por Odda Schumann
¡Si serás tonto, Enrique! ¡Hablá bien, por el amor de Dios! ¿De dónde sacaste esa palabra? Porque si me dijeras una palabra conocida, bueno, uno podría pensar que tenés problemas para reconocer o asociar palabras con objetos… ¿pero inventar una palabra así? Eso sí que es grave, ¡por no decir patético! ¡Me acuerdo y me dan ganas de matarte, mirá! Me hiciste quedar como una estúpida, gastando tanta plata para llevarte al colegio Savio y vos pelotudeando todo el día. Porque no me podés decir que a esta altura de la vida esa cosa blanca con rayas rojas que tiene una luz se llama “Fato”. Ni tu hermano, que ese sí tiene un retraso mental en serio, es tan tonto como vos. ¿¡Qué se le va a hacer!? Hay cosas que no se olvidan Enrique. Así es la gente, mala leche. En cuanto te encuentra un defecto, listo, sos el tema del pueblo. ¿Y justo vos te vas a sacar ese número? Pero no entiendo, ¿por qué no se la agarran con ese chueco de la perfumería o con el gangoso en silla de ruedas del kiosco? ¿¡Me querés decir Enrique!? ¿O no será que te mandaste otra y ni si quiera me lo dijiste? ¿Eh? ¡Contestame! ¡Si hay algo peor que un tarado como vos, es un tarado cobarde! Ay perdóname Enriquito. Se me fue un poquito la mano. ¡Pero vos también te lo buscás! ¿Eh? ¡Si serás tarado! Y decí que no está tu padre, porque cuando se entere te va a meter un boleo en el culo que vas a atravesar el canal de la mancha en un parpadeo. ¡No quiero ni verlo, mirá! Más vale que encuentres una buena excusa, porque vas a hablar vos con él. ¡Yo tengo turno en la peluquería y no quiero amargarme por semejante…! ¡Dios mío, Dios mío! Me va a dar un ataque Enrique, abrí la ventana que me falta el aire. ¡Dale Enrique! ¿¡O querés matar a tu madre!? ¿Eh? Vas a ir preso si me pasa algo… Ni tu padre te va a sacar de ese agujero, ¡tonto disléxico! Ay, perdoname. Pero abrí la ventana de una vez, ¡querés hacerme el favor! En serio, Enrique, me estoy descomponiendo. ¡Mirá cómo me hacés poner! ¿No tenés vergüenza? Sos una basura. Tu padre tiene razón, Enrique, no tenés cura. ¡N-o ten-es c-cur-a! ¡N-no…!
Desde ese día mamá no volvió a hablar. Se volvió loca y golpeó a papá hasta matarlo. Luego yo tuve que matarla a ella. A pesar de todo, el fato siempre siguió siendo el fato.
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